Por: Laura Ipiña / Twitter: @ip1na
A raíz de los eventos relacionados con la candidatura de Félix Salgado Macedonio y las distintas declaraciones tanto del Presidente de la República como de diferentes funcionarias, funcionaries y funcionarios, ha retumbado en mi cabeza la advertencia Miranda (“cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra”), que, a pesar de ser una práctica rutinaria estadounidense, puede ser aplicada a nuestra realidad cotidiana.
¿Cuántas denuncias son necesarias para que Félix tenga una sanción?, ¿a cuántas mujeres no conocemos –directa o indirectamente– que han presentado sus denuncias ante un tribunal y sus casos han sido archivados?, ¿a cuántas otras las culpan por su ropa o salir a cierta hora?; ¿cuántos otros como Félix tienen posiciones de poder en este momento?, ¿cuántas cosas violentas han dicho y hecho que, en realidad, nunca han sido usadas en su contra?, ¿realmente todo lo que digamos o hagamos tiene consecuencias, o sólo lo que hagamos las mujeres?
En un país en el que 10 mujeres son asesinadas a diario, y en el que sólo 3 de 100 denuncias llegan a tener condena, es muy difícil creer que las mujeres seguimos teniendo voz. En la vida real, lo que hagan los violadores, feminicidas y acosadores y nuestras denuncias parecen no tener impacto alguno; no obstante, cada vez es más común dudar de los testimonios de las víctimas –e incluso culparlas por haber sido violentadas–, y las consecuencias de lo que padecieron son más fuertes para ellas que para los culpables. En México, un 99.7% de los delitos sexuales contra las mujeres no se denuncian, y considero que una de las causas principales se le atribuye a la falta de claridad y seguimiento en el sistema judicial. Si un violador (denunciado numerosas veces) tiene la oportunidad de ser candidato a gobernador, ¿qué más podemos esperar entonces de la justicia en nuestro país?
Habrá que cuestionar tanto a las instituciones, como al sistema y a las autoridades que deciden darle más voz e ignorar antecedentes violentos de personas en condiciones privilegiadas –como, en este caso, ser hombre–. Independientemente de quiénes seamos, lo que hagamos o digamos tiene, o al menos debería, tener las consecuencias correspondientes.
No es chiflazón, es que la indiferencia y la impunidad matan, literalmente, a 10 mujeres al día en nuestro país, y perpetúan la violencia en todos los ámbitos de la vida. Además, no es únicamente el caso de Félix Salgado y sus cómplices en el pacto patriarcal –que es el trato entre hombres en el que se solapan y justifican sus actitudes, muchas veces violentas, contra las mujeres–, tampoco es una campaña contra un partido específico, ni es oposición política, es una exigencia de justicia e imparcialidad, es un llamado al poder judicial –y a todos– a que se respeten los derechos de los que debemos gozar todas, todos y todes en todos los ámbitos de nuestra vida.
Todo lo que hagamos o digamos tiene consecuencias, y ni un violador, ni un violento, ni un abusador, ni un acosador, ni un pedófilo, ni un agresor, ni un delincuente nos representa, ni lo hará nunca.